Estar tranquilamente en los suaves pétalos del principio y caer sin aviso y sin remedio por el tallo lleno de espinas que nadie te dijo cuánto dolerían. Y lo único que alcanzas preguntarte es si tendrás lo necesario para poder volver a subir o te resignarás a seguir cayendo. Y la espera de conocer ese camino, mata sólo Dios sabe cuánto.
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