miércoles, 2 de marzo de 2011

¿Qué forma es esa de saludar?

 ¡Buenas tardes a todos!

 Hoy voy a dejaros leer una mini-historia con dos de mis personajes que poco a poco iréis conociendo. Ésta historia es de el día que se conocieron Rose y Alexander, contada por ella (aún estoy escribiéndola desde el punto de vista de él), así que espero que os guste. :)


 Estaba parada en el semáforo de camino a clase. Llevaba esa bufanda que me regaló Rudolf la navidad pasada, la pesada mochila a la espalda y mi ejemplar de Romeo y Julieta bajo el brazo. Me froté las manos con intención de calentármelas un poco. Solté un poco de aire y me ajusté la bufanda. Miré al chico de la derecha de reojo. Era el chico que siempre pasaba a la misma hora por el mismo semáforo todas las santas mañanas. Yo no podía quitarle ojo de encima.

 Llevaba unos vaqueros ajustados y una gruesa sudadera negra. Sólo llevaba un estuche y una carpeta A3. Llevaba el cuello descubierto salvo por los mechones de pelo negro que le caían de la nuca.

Giró un poco la cara, sólo un poco, pero lo suficiente como para darse cuenta de que estaba haciéndole un repaso. Sus ojos se clavaron en mí, un segundo, sólo un segundo que a mí me pareció una eternidad. Aparté mis ojos de los suyos y escondí la cara en la bufanda, claramente ruborizada. Ahora era él que estaba mirándome de arriba abajo. Notaba sus ojos clavados en mí. Volví a mirarle de reojo. Tenía la mirada clavada en el ejemplar de Romeo y Julieta. ¡Genial! ¡Tenía que tener en ese momento precisamente el estúpido ejemplar de una obra tan sumamente empalagosa y dramática como Romeo y Julieta, y justamente en el lado en el que él estaba! Seguro que pensaría que era la típica adolescente romanticona que soñaba con príncipes azules y acaba con un chaval estúpido y desconsiderado como desesperado intento por encontrar el ansiado amor.

 Por fin el semáforo se puso en verde después de unos minutos y comenzamos a cruzar. Íbamos a la par, su pie derecho y mi pie derecho, su pie izquierdo y mi pie izquierdo… El pulso se me aceleró. El corazón me latía tan fuerte que podía sentirlo en mis orejas. Hundí aún más la cara en la bufanda.

 Él se dio cuenta y se rió. Suspiré. Giré la cara y ví que también él me miraba. Con una media sonrisa pintada en la cara, cerró los ojos y volvió su vista al frente.

 Habíamos terminado de cruzar la calle. Ahora tomaríamos caminos distintos y no volvería a verle hasta la salida de clase camino a casa. Se paró en seco.

 -¡Oye! ¿Llevas pasta encima?- Me miraba fijamente mientras metía su mano izquierda en el bolsillo.

 -Se… ¿se puede saber qué forma es esa de saludar?- Me dí la vuelta y me encaré con él toda sonrojada y con el ceño fruncido.

 -Je…- Entornó los ojos y bajó la cabeza. –Sólo te preguntaba por si te apetecía ir a comer conmigo. Ya sabes, todos los días seguimos siempre por caminos distintos. Podíamos ir hoy por el mismo, para variar.- 
Alzó la cabeza y volvió a mirarme. Apareció esa sonrisa torcida en su cara.

 -Co… como quieras… ¡Pero ni siquiera me has dicho tu nombre!-

 Más que nerviosa, estaba sorprendida. Tenía los ojos abiertos como platos y me había quedado totalmente en blanco. Oí caer el libro de Romeo y Julieta al suelo. Lo miré, pero no me moví aún. Él se rió, dio un par de pasos hacia mí, se agachó a recoger el libro, me lo tendió y tras cogerlo no muy segura de lo que estaba haciendo, me susurró al oído…

 -Alexander, pero puedes llamarme Alex.- Su boca estaba tan cerca de mi oído que su aliento me calentó la oreja. Me puse colorada.

 -Ro… Rose.- Cerró los ojos, sonrió y se dio la vuelta para seguir su camino.

 -¡Hasta luego, Rose!- Me saludó con la mano mientras se iba dando grandes zancadas.

 Yo no me moví, no hasta después de unos minutos. No sabía si ese chico era un poco extraño o me estaba tomando el pelo. Iba a comer con él, si realmente lo decía en serio, pero yo no llevaba un céntimo y él se había ido sin yo haber contestado su pregunta. 

 Después de unos minutos me dí cuenta de que se me hacía tarde y de lo estúpida que me sentía, así que eché a correr.

 Y obviamente, llegué tarde a clase.


Bueno, espero que os haya gustado. Cuando tenga ambos kekos, convertiré este mini relato en Fotohistoria. Hasta entonces, tened paciencia. ♥

Namárië! :)