Estallar. Y dejar la vida brotar. Brotar a borbotones de una boca que chorrea perdones; que se calla y que traga; que grita sin voz que la vida se le escapa y que el mundo es atroz. Duele en los oídos ya cualquier sonido y va a explotar el corazón de tanta dulzura que no era pura sino triste perdón. Y se acuerdan las ventanas cuando no estaban cerradas a un único sol porque ahora se abren con la luna y con la luna vivo yo.
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