No digo cuánto siento. A menudo ni yo misma lo entiendo. Castillos voy derullendo, otros muros van creciendo. Desaparece el tiempo que he ido invirtiendo con personas a las que se va llevando el viento. La música es mi aliento, quien me abraza, mi sustento. De tantas palabras me arrepiento, y aún así ya no oigo el eco de ningún lamento. De todo aprendiendo, al suelo cayendo. Abro los ojos y los enciendo. La morada de mi arma ya no está ardiendo.
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