Ha sido un año de despedidas. Demasiadas. Hoy ya no sé si decir que ha sido un gran año o, simplemente, uno más. El mejor y a la vez el peor. Ha sido todo ilusión, magia y un no parar, pero también ha sido decepción y ha pasado lo que no tenía que pasar. He aprendido que todo siempre puede ir a peor, que el olvido es relativo y que la vida, cuanto más vacía, más pesa. Que nadie va a sonreír por mí si yo no sonrío y que siempre habrá alguien que me abrace cuando tenga frío. Ya no creo eso de que si recibes un golpe te haces más fuerte y a veces no le encuentro el lado positivo a las cosas. A veces te venden ilusión disfrazando que son sobras. Este año me ha dejado el corazón derrumbado y en obras.
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