Dicen que la distancia es el olvido y yo siempre olvido que existe la distancia y pienso que le tengo aquí conmigo, que estoy oliendo su fragancia. Pero siempre en algún momento se explota la burbuja y se le hecha de menos, como el hechizo de una bruja, que tarde o temprano acaba haciendo efecto.
Y como si de una manta se tratase, la melancolía te envuelve, te arropa y te susurra al oído que así será para siempre. Y tú luchas y te debates contra ella, le gritas que que se equivoca, que está loca y que pronto te hallarás en la felicidad aquella, en la normalidad de todos los días, en las noches de cenas y riñas, en la rutina de toda la vida...
Y lo peor es no tener la maldita certeza de saber que se equivoca, que la felicidad acude cuando uno la evoca, que pronto volverá y que no estoy loca y que algún día podre dejar de pedir al cielo lo que no está en mi mano, que ser inútil me frustra, que mover cualquier dedo es en vano...
sábado, 17 de marzo de 2012
jueves, 8 de marzo de 2012
Ser. Estar. Desaparecer.
Estallar. Y dejar la vida brotar. Brotar a borbotones de una boca que chorrea perdones; que se calla y que traga; que grita sin voz que la vida se le escapa y que el mundo es atroz. Duele en los oídos ya cualquier sonido y va a explotar el corazón de tanta dulzura que no era pura sino triste perdón. Y se acuerdan las ventanas cuando no estaban cerradas a un único sol porque ahora se abren con la luna y con la luna vivo yo.
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