martes, 24 de mayo de 2011

Efecto mariposa.

 Vivo de ilusión y de sueños. De visiones sobre un futuro incierto y vívidos recuerdos de un pasado del que, poco a poco, empiezo a sentirme libre. Y no me gusta. No la acepto. Quizás sea porque, inconscientemente y, sin lógica aparente, asemejo esa libertad al olvido, uno de mis peores enemigos y la peor de mis pesadillas. Ese olvido que a su paso únicamente deja vacío, un vacío que intentamos llenar a toda costa, equivocándonos y escogiendo lo que más a mano tenemos para llenarlo.

 Pero no estoy hoy aquí para hablar de recuerdos olvidados y desazón, si no, más bien, de ilusión, de sueños que se cumplen y de pequeñeces que realmente son muchedades. De cosas que nos hacen realmente felices, que nos hacen brincar y nos dejan el corazón henchido. Y os digo que todas esas cosas que, nos dejan buen sabor de boca y una sonrisa de oreja a oreja son las desencadenantes de un efecto mariposa dentro de nosotros llamado felicidad.

 Si te paras a pensar, te darás cuenta de cómo vivimos estresados y malhumorados por un millón de pequeños impedimentos del día a día y no disfrutamos esos pequeños o grandes momentos por los que merece la pena malhumorarse para poder luego saborear todas esas sonrisas que forman nuestro personal efecto mariposa.


Pero, qué sabré yo. Sólo soy una cabrona optimista. 

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