Me acerco hasta la puerta y me dice que se va, que quizá no vuelva nunca y que mañana Dios dirá. Que mis ojos son muy tiernos y que aún no saben mirar, que jamás debimos vernos y que el tiempo olvidará. Olvidará mis alegrías y mis penas por igual, y si a todas ellas pierdo, ¿mañana qué me quedará?
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