Cada segundo quema más que cualquier pena; y lo peor es saber que no eres apenas dueña de tu ser, sentir que te has regalado y que nadie se ha enterado y quizás no te vuelvas a ver. Sientes que nada es suficiente, que va a explotar tu mente y que no quieres volver, que vas a estar igual allá donde estés. No tienes nada con que luchar y poco que defender; no puedes gritar, no puedes correr. Te encuentras contra la espada y la pared.
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